AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO XVII


‘EN PRIMERA FILA’

Pues sí. El señor que me quería de tarde en tarde para embrujarme y que hiciéramos vino juntos, decidió que era el momento de invitarme al cine. AH.

Yo nunca había comenzado la casa por el tejado. Llamadme antigua, pero yo primero voy al cine, que me paseen, que se curren una cena, unos chistes, una conversación intrascendente. Y luego ya si eso, si te lo curras lo suficiente y me haces sentir lo más, te enseño las bragas si llevo. En el mejor de los casos. Pero con el invitado de mis pesadillas nocturnas no había seguido el guión. Y ahora va y me invita al cine. Mmm.

¿Y qué me pongo yo ahora? Para follar ya sé qué no ponerme, pero para ir al cine con él no lo tenía muy claro. ¿Lo decía en plan ‘te voy a meter mano aunque estemos en primera fila’ o ‘quiero ir contigo al cine y darte la mano por la calle’? Lo que tanto había esperado ahora me indignaba. Igual se ha dado cuenta de que me echa en falta el resto del día que no me tiene en su cama o no lo tengo en la mía. En fin. Me vestí así monina, con un vestido de niña bien. Después de 500 pruebas de vestuario con Paula como juez indignada. Ella no lo soportaba, no porque aún me quisiera, sino porque estaba convencida de que él no me quería.

A las 20h. Esa era la hora mágica a la que empezaba la película: La Grande Bellezza y en versión original, para darle el toque. Estaba claro: me iba a meter mano porque no nos imaginaba leyendo subtítulos durante dos horas y media. A las 20h. Era a las 20h. Pero no pudo ser a las 20h. Porque se presentó en casa a las 19:55h y ya no llegábamos. Acabamos viendo una peli de Disney en casa. Sé que es cutre pero era lo único que tenía a mano y quería cine con él. Me entendéis. Estoy segura. Y nos olvidamos del cine y nos volvimos a montar el uno al otro para variar. Pero esta vez me tuvo que quitar el vestido y lo hizo con la delicadeza que utilizaba en tiempos pretéritos. Cuando le obsesionaba descubrirme. Hacía meses que no me sentía brillar. Lo consiguió de nuevo.

Pero después de lo no habitual llegó lo de siempre. No sé por qué pero los remordimientos volvieron a su cabeza. El ‘no puede ser’ volvió a salir a la luz. Con lo bien que habíamos estado los últimos meses, ¿por qué tenía que cagarla de nuevo? ¿No puedes disfrutar antes y después y basta? ¿No puedes dejar disfrutar y ya? NO. Pero esta vez las consecuencias de no asistir a la Grande Bellezza fueron más contundentes. Me dijo que esto era poco más que una despedida, sabía que me lo debía. Yo le importaba demasiado pero su casa y su mujer estaban escritas y firmadas antes de que yo apareciera.  Y no podía renunciar a eso. ¿Una obligación? ¿Eso era tu familia? Y yo de nuevo con el drama en mi.

Lo que no sabíamos es que en esa habitación ya había un invitado que tenía algo que decir. La Grande Bellezza se había vengado de nosotros. En esa habitación no éramos dos…

SINO TRES…

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO XVI


‘CON TRAMPAS Y CARTÓN’

Lo reconozco. Soy de hacer trampas. Incluso a veces me las hago a mí misma para ver si mejoro la técnica con los demás. Puedo ser la más putilla en el juego, no me gusta perder ni el metro. Pero hay veces que las trampas son difíciles de esquivar. Sobre todo si tienen un trocito de queso como cebo.

La cuestión es que estaba tomando muchos riesgos en esta pseudorelación absurda. Bueno, más bien los estaba tomando él, que tan enamorado (#oloqueseafueraofuese) estaba de su señora esposa. Como pudisteis leer en la última entrega, incluso sus hijos me veían con cierta asiduidad, no más que el asiento trasero de su coche, pero vamos, una media de visualizaciones filiales nada desdeñable. Incluso su hija preguntaba por mÍ. JA. Lo bueno de ser la otra es que te llevas lo mejor. La cama, el sofá, encima de la mesa, el encima del pollo de la cocina (esta expresión no digáis que no mola caracola), el suelo, una silla con ruedas que acaba girando y chocándose con todas las esquinas de las mesas y la madre que las crió. En fin, lo bonito del goce y el cacareo placentero.

Estaba claro que yo quería algo más que eso, pero imposible luchar contra su buena buenísima mujer excelsoperfecta y sus adorables hijos. Así que decidí moverme en ese rol y aprovecharme de las bondades del descompromiso para con los demás (porque me comportaba como una monja con el prójimo adorando a mi Dios casado) mientras él se aprovechaba de su falta de compromiso con la vida en general. Vamos, que no me cabe duda que había más amantes amantissimas oxigenando la relación de mierda que tenía con su mujer. Pero al menos no lo tenía que ver ni intuir, que ese es un minipunto bastante clave en la vida de toda amante amantissima. Porque amante y cornuda es ya muy de puta y cosiendo puntilla de la cama. Y como que no. Le pregunté en un par de ocasiones si era así. Que qué posición ocupaba en su ranking de chicas para todo. Y aparte de omitir la respuesta (ergo no hace falta que contestes campeón) se sentía tan indignado como ofendido al ser preguntado por tal asunto. Qué desfachatez la mía, no?

La cuestión es que todo iba culo en pompa a toda corrida. Tanto que incluso después de tirarnos el uno al otro, mi amor platónicorrealista ya no tenía remordimientos aparentes y ansiábamos vernos con más frecuencia. Yo lo ansiaba siempre pero el mister parecía empezar a tener cada vez menos antirremordimientos. Pero…TRAMPA.  ¿Pues no va y me suelta que quiere que quedemos para ir al cine? Mi pregunta fue: ¿para follar en el parking? Su respuesta fue: No. Mi preguntabis fue: ¿Para follar en el cine? Su respuestabis fue: No.

A ver si ahora resulta que me va a querer un poquito de verdad.

Baaaaaaaaahhhhhh. IMPOSIBLE. No?

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO XV


‘A JUGAR’

Las maneras de querer pueden determinar tu devenir. La manera de querer a los demás, la de quererte a ti o la de sobreestimar la estima que se propaga. No todo el mundo es como tú, ni quiere como tú ni va a darte lo que tú das. Así porque sí. Eso lo digo ahora con harta seguridad pero en aquellos momentos que no me quisieran como yo quería no tenía otra razón más que la subnormalidad o el egoísmo excelso. No había plan C. No había un no sabe no contesta, porque aquél sabía demasiado y le resultaba mejor no contestar.

Después de aquél resucitamiento de cuerpo y del enterramiento de mente, dignidad y valores de tatuaje Chetos, no tenía otro pensamiento que verlo todos los días y tirármelo. Oye, que igual repitiendo y repitiendo llegaba al momento cumbre de aborrecerlo. Porque si eso pasa con el Sushi oiga, por qué no con el sexo monógamo. Monógamo mío porque suyo era polígamo. Modo moro. Sí. Yo sería una Aisha de esas, pero al menos en los momentums conmigo sólo estaba pamí namás. AAAY Macarena!

Pero aborrecerlo aborrecerlo…pos no.

Ya me tomaba a cachondeo cuando le sonaba el móvil y era su mujer. Me ponía cachonder saber que nos podía pillar, que en cualquier momento podía llegar a casa y cazarnos. Porque claro, decidí anotarme un triple y hacerlo en la cama de su mujer. Porque para mí este gañán creía que no iba a ser, pero intentaba que para la mujer tampoco. Vamos que si le podía poner un poco de chacachá al asunto pues….esa batallita que me llevaba. Pero que no nos pillaba la tía.

A sus hijos me presentaba como una amiga con la que ir al parque. Todo porque yo tenía una sobrina a la que utilizaba de excusa mamporrera para encontrarnos como adolescentes y comer pipas libidinosamente mientras los niños jugaban. Niños jugad, que los adultos tienen que verse comer pipas y utilizar la pipa como arma sexual arrojadiza. Y entre pipa y pipa, mano que te viene, uy que hinchado tienes esto, ‘niños, ahora venimos que vamos a por el botiquín al coche’. Y casquete que te crió.

Y los niños tan contentos.

Juventud. Bendito tesoro.

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO XIV


‘EL AMOR DE MI VIDA NO ES VIDA’

Sí, leísteis bien el final del anterior capítulo. Y si no os acordáis leedlo de nuevo haciendo clic aquí. Porque sí. Cagada topemil. Después de decidir que iba a resurgir como ave fénix, que ya nada podría parar la recuperación de mi ser y mi espíritu… ZAS. EN TODA LA BOCA. Y TRAS TRAS POR DETRÁS. Hay a quien le gusta pero doler, duele eh.

No sé qué parte de mi cerebro decidió obviar lo que me convenía y llamarle. Y no sé qué parte del suyo decidió plantarse en mi casa como alma que lleva el diablo. Igual me imagino qué parte fue, pero no se encuentra en la mente precisamente. Y si lo estuviera o estuviese es una parte libidinosa con paredes de color púrpura y sofás de sky. Viciosa y endiosada.

No sé qué tenía ese tío que me hacía perder papeles, dignidad y sentido. Dinero no porque siempre estoy más pelada que Pingu. Pero todo lo demás sí. Sólo recordar su aroma me puso enferma, si a eso le añades la voz rogando perdón en un contestador no me hacía falta nada más. Él en pelotas ya. Y otra cosa no, pero en eso es rápido de narices. Nada más necesitaba.

Supongo.

Lo malo es cuando despierto de las pasiones que me hacen volver a perder los 5 kg de dignidad que había ganado antes de entrar en casa. Lo malo es que eso me daba muy igual. Lo malo es que él me daba todo. Un ratito. Pero todo. Hacía conmigo lo que quería. Me dejaba. Me pedía que hiciera con él lo que quisiera. Lo intentaba. Pero no podía dejar de pensar que cuando acabara volveríamos al bucle. Un espiral infinito en el que el no puede ser convive con el porque tú no quieres. Y querer no siempre es suficiente. Y poder tampoco es siempre suficiente. Eso no es vivir, pero estaba emperrada en él, con él y en eso.

Sola no podía salir pero tenía que hacerlo. ¿Es el amor de mi vida? No lo sé. ¿Soy yo el de la suya? Espero que él tuviera la respuesta y fuera un no. Porque si no sería para matarlo.

¿Dejarías al amor de tu vida para que sea feliz con el amor de su vida? Sólo me lo pregunté una vez.

Supongo que el amor de su vida es su mujer. Si no, ¿para qué estar con ella si en realidad no lo es? La debe querer a su manera.

Una manera que no es la mía.

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO XIII


‘PARPADEO QUE TE VEO’

Estuve en casa de Paula una semana.

Llevó mi baja al curro de la forma más discreta posible. Dentro de todo lo discreta que es ella claro. Despampanante lesborrock de cabello color fuego que encendía todo a su paso. Todo y a todos. De hecho, algún compañero intentó llevársela al huerter cuando fue a dejar el papelito en cuestión, pero ella le sugirió montárselo con su mujer. Creo que a mi compi incluso le puso más. Hasta que Paula insinuó tener una chorra como una zorra. Eso ya no le gustó tanto.

Durante esos días mi estado anímico era lamentable pero el físico casi lo superaba. En una semana había perdido casi 5 kg, sólo dormía como oso en hibernación y no quería hablar con nadie. Me obcequé en ignorar a mis amigos, culpaba a todos y a nadie por lo que me estaba pasando. Todos me dirían ‘te lo dije’ y no tenía ganas de soportarlos. Hasta que mi anfitriona explotó.

Se presentó una mañana con un saco de cubitos de hielo tamaño pedrusco oso polar. Decía que teníamos una fiesta. Pero la fiesta me la llevé encima. Soltó los cubitos en un cubo con agua como si fueran a macerar  y me los volcó por encima. De golpe la cama se convirtió en una de esas de agua porno. Y yo en una náufraga al más puro estilo Dicaprio tras el hundimiento del Titanic. El iceberg me lo tragué vamos. Paula no iba a soportar ni un segundo más mi actitud y como no había reaccionado a las buenas, no le quedó más remedio que agudizar los métodos.

Con eso reaccioné, pero no consiguió modificar mi estado. Volví a casa porque sólo yo tenía que resolver esto, Paula no podía hacerlo por mí. Igual el hielo me calentó el alma, no lo sé, pero empecé a recuperar el amor propio que había perdido en un amor imposible y cuatro polvos.

Llegué a casa, ya no podía tocar más fondo, sólo podía mejorar. Los problemas que parecían haberse llevado mi vida por delante se habían llevado algo más que eso. Y no me dejaría vencer.  El contestador parpadeaba, seguramente estaba colapsado. Le di al play.

Era él pidiendo perdón y llorando como un crío.

Oh señor no permitas que la cague.

Vaya.

Demasiado tarde.

Lo llamé ipso facto. Se presentó ipso factox2. Nos acostamos ipso factox5.

La cagué.

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO XII


MUTE

Ahora sí se había marchado. Y yo no tenía más ganas de nada. Namás que de morimme.

Mucho y rápido.

Que no doliera.

Así que me eché a dormir. Sin llorar. Diazepam. Sólo me dormí. Y pasaron varias horas. Tantas que cuando desperté ya era de noche. Y seguía en la casa en la que no había planificado quedarme. Las farolas ya estaban encendidas y mis ojos ahora estaban como platos. Miré el móvil. NADA. La NADA más absoluta me hacía sentir como la más mejor NADA. Me revolvía todo por dentro pero sólo tenía fuerzas para seguir mirando el móvil. Lo tenía en silencio para que al menos en mi cerebro existiera la posibilidad de no escuchar pero esperar la sorpresa de ver una llamada perdida a la que no haber atendido. Y ni por esas. Mirando un punto fijo, la pantalla que sólo marcaba la hora. Hasta que se encendió.

Era Paula.

La única que parecía haberme querido estaba llamando. Igual quería pegarme dos gritos por cómo salí huyendo, pero estaba preparada para aguantar el chaparrón. Mas al contrario. Al escuchar el tono de mi voz se dio cuenta de que algo no iba bien. Se presentó en casa, comprobó el estado deplorable en el que me encontraba y tiró los Diazepamcitos porque se ve que no di bien con la dosis. Se pensó que había intentado hacer algo raro. De esas en las que no despiertas. Y realmente no quería despertar. No quería, no quería. Me vistió como si fuera una muñeca inerte y me llevó a su casa. De donde nunca debía haber salido.

Al salir de casa sonó el teléfono fijo. Y alguien dejó un mensaje en el contestador. No imagináis quién era, queridas amantíssimas…

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO XI


‘TOSTADA ATRAGANTADA’

Aproveché para ir a por el pan. 24h antes no tenía previsto pasar más de tres horas en casa y la nevera estaba vacía. El día siguiente del festivo había colas enormes en la panadería, no más largas que la que yo me había comido esa noche.

Total, que regresé a casa y ÉL seguía allí. En serio. Seguía. No es que tuviera ganas de que se marchara pero todavía tenía la sensación de que no era del todo cierto lo que estaba viviendo. O al menos, tenía el pálpito de que aquello tenía que acabar pronto. Pero parecía ser que el pronto iba a dilatarse un poco. Desayunamos con vergüenza, la vergüenza de dos amigos que se conocen pero que acaban de descubrirse. Cara de spa. De atontamiento general.

Hasta que sonó su móvil. Vaya.

El gesto se le volvió a torcer. Lo había reconfigurado desde el momento en que vio derramarse la lágrima sobre mi mejilla. Pero Superman no es de cartón y este no se había traído la capa. Colgó. No pregunté quién era porque era evidente. Y yo no tenía intención de empezar a sufrir por voluntad propia. Así que si quería decirlo, sería él quien debía tomar la iniciativa. Y no lo hizo. Me dijo que tenía que marcharse, que no podía ser. Me dio un beso en la frente, se dirigió a la puerta y la lágrima del día volvió a rodar mejilla abajo hasta colarse en la comisura de mis labios. Superiores.

Ya había avanzado unos pasos, pero se giró rápido. Es como si tuviera un #lágrimadetector que funcionase a modo de imán. No dijo nada. Pero volvió sobre sus pasos. Esta vez no lamió mis cachetes, se fue directo a los labios y desde allí volvió a recoger la lágrima. Eso que tanto le gustaba y tanto me gustaba. Me dio una rabia inmensa. Otra vez tenía ganas de guantearle. ¿En serio a qué juegas? Pero me gustaba.

Y se marchó.

Pero a mi velero no podía llamarle libertad.

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO X


‘EL DESPERTAR CAUSO-CASUAL’

Es de día y levantas la pestaña. Y giras la cabeza y ves que no es lo único que se ha levantado esa mañana. Y no iba a ser yo la que dejara de izar la bandera a la que tanta lealtad tenía. Estaba dispuesta hasta a cantarle un himno improvisado. Y procedí. Cantar con la boca bien abierta, vocalizando cada una de las palabras bien pegada al mástil. Parece mentira la energía  que puede generar tres bocaos de bocata. Si se enterara Endesa…

Eso sirvió para despertarlo, porque permanecía en fase REM y yo necesitaba llegar a la fase REC. La fase en la que grabase todos y cada uno de los instantes transcurridos en las últimas diez horas fugaces. Porque las quería recordar y volver a ver en mi mente una y otra vez. Sin parar. Como estuvimos. Porque si me paraba a pensar dónde me metía y lo que me venía encima (debajo me daba más gustito sí) igual me daba por borrar la cinta. Y no podía permitírmelo. No después de tantas horas de cola para comprar la peli.

Porque aquello parecía ficción.

Llevaba meses deseando que el tipo de gesto torcido se le cruzara un cable y viniese a por mí. Porque yo no podía ir a por él. Porque niña eso no se toca, ¿recordáis? Cuando me levanté de la cama y lo vi acurrucado como un bebé, pensé: ‘¿Enserio? ¿Ha pasado?’  Estuve a punto de pellizcarle para ver si era de verdad el tema, pero suficiente trote le había metido. Yo seguía sin estar tentada por preguntarle acerca de su mujer, su vida ideal, sus esquemas milimétricamente planeados. Y eso me preocupaba. Lo despreocupada. Ahí me di cuenta de que tenía que aprovechar mi desatino, lo poco organizados que tenía mi discurso y mi objetivo. Porque pensaba que mi objetivo era él. Pero hay que tener cuidado con lo que se desea. Porque si se desea mucho y fuerte a veces se cumple. Y hay que tener cautela con lo que queremos cumplir. Porque no hay casualidades sin causalidades. Y esta se iba a convertir en la causa de mi vida.

Y la consecuencia iba a comenzar esa misma mañana. Agárrense que vienen curvas y erectas.

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO IX


«EL CAMINO DEL CARACOL»

Me lamió la mejilla. Sí. Y se llevó un bofetón. El bocata se le cayó al suelo y las palabras seguían sin salir de nuestras bocas.

¿Por qué narices había tardado tanto? ¿Te parece bonito estas horas de llegar? Te he estado esperando meses. El discurso de una madre desconfiada con rulo y bata de guatiné con los brazos cruzados como Mª Teresa Campos invadió mi dialéctica durante 30 segundos en los que apenas pausé para respirar. Cuando iba por el segundo 15 me di cuenta de que había desperdiciado 15 segundos de mi vida en reprocharle lo mal bicho que había sido y que me faltaban 15 segundos más para corregirlo. Pero una vez pillas el turbo es difícil parar sin chocarte. Así que decidió callarme con un lametazo en la otra mejilla. Como lo de Jesucristo y las bofetadas pero reversionado y tal.

Vamos, que el turbo lo frené en seco y de llevar la quinta marcha (sin Pe ni Jesús Vázquez take it easy) pasé al choque más brusco de mi vida. Pero no topé con una pared. Estaba blandito. El lametón de la mejilla se extendió al resto de mi cuerpo. Era una disculpa recorrida con la lengua en todos y cada uno de los centímetros que conformaban mi piel. Perdón, perdón, perdón parecía decir en silencio. Pero, ¿cuánta saliva tiene este chico? ¿Es el hombre caracol? Realmente a la que había puesto como un caracol era a mí. Y estaba en mi casita. Le invité a entrar y le prohibí que saliera cerrando puertas y piernas con tanta fuerza que todavía me duelen. Las puertas no eh, que ellas no sienten.

Se me olvidó preguntar si seguía con su mujer. No venía con maletas, ni mochilas ni bolsas del mercadona cutres. No tenía pinta de que lo hubieran echado. ¿Qué había pasado por su cabeza para presentarse en mi casa? ¿Quién le había avisado? A esas alturas del baile me daba lo mismo, sólo quería que sonaran canciones una detrás de otra y que las bailáramos todas. Y eso hicimos. Una y otra vez. Devórame otra vez. Escándalo. Es un escándalo…No tuvimos mejor manera de celebrar el día del trabajador que currándonos uno al otro y echándonos horas y polvos extra acumulados.

Por cierto.

El bocata nos lo comimos.

Entre los dos.

AMANTISSIMA, DIARIO DE UNA AMANTE: CAPÍTULO VIII


Y Paula, la actriz treintañera, me empezó a embaucar en una de esas obras que tienen cientos y cientos de pasajes y escenas, donde la protagonista nunca gana hasta que llega la escena final. Esa en la que deja a la amante y vuelve con su mujer. Porque el problema no eres tú, soy yo, porque te mereces algo mejor.

Eso pensé. Y por eso no lo dejé. No dejé que los pensamientos en mi OTRO se perdieran, porque algo tenía y algo me llamaba. Pero el timbre ahora mismo lo tocaba la actriz de mis amores, y lo tocaba como nadie. Realmente sí, es cierto que sólo una mujer conoce a la perfección el cuerpo de otra mujer. A pesar de que ellos se lo curren. Y este aprendizaje era necesario que apareciera en mi vida. Cuando alguien te descubre con rapidez, te facilita el camino para el siguiente. Es como si te regalara un TOMTOM por la cara y tú se lo acabaras regalando a otra persona. Y esa fue su función. Frío pero cierto.

Ella era simpática, joven, fresca (en todos los sentidos) y permaneció en mi vida menos de lo que hubiera merecido. Me devolvió la sonrisa espontánea, el rictus relajado y el valor de las pequeñas cosas. Yo supe corresponderla pero ÉL seguía teniendo el ritmo de mi latido. Y yo lo sabía aunque miraba para otro lado y en ese lado estaba ella. Y su guiño me ayudaba a olvidarlo a menudo. Eso me gustaba. Pero él más.

Y llegó el día de volver al barrio. Hacía mucho que no pasaba por casa. La morada de Paula era demasiado acogedora como para resistirse a no pasar horas dentro de ella (también en todos los sentidos) pero era momento de volver a mi nido. Las cartas al menos hay que recogerlas del buzón. Abrí la puerta de casa y olía a humedad que echaba ‘patrás’. Abrí la ventana y sin tiempo para levantar la persiana de mi habitación sonó el timbre. ¡Ya están las vecinas cotillas que quieren saber dónde me he metido estas semanas para contárselo a mi madre cuando venga a traerme el tupper SOS!

Pero el cotilla era OTRO. Por fin había llegado el momento. El que nunca sonreía por las mañanas apareció detrás de la puerta, jadeando como si hubiese corrido una maratón. Y no pronunció palabra. Yo me vi incapaz de hacer lo contrario. Sólo se me derramó una lágrima. Él me abrazó con fuerza, suspiró profundo y me lamió la mejilla.

¿En la mano? Traía un bocata de jamón…